INTRODUCCION
Sólo basta volver la mirada hacia un lado para descubrirnos hechas ovillos en plena calle o fotografía en el espejo. Aun el revolotear de las faldas tiene tonalidad de murmullo, golpeándose empecinado con las siglas del Siglo XXI. Aun hay mujeres que se asombran que se quiera escribir sobre mujeres. Aun hay quienes miran temerosas tras el vidrio de sus ventanas sin atreverse a romper sus ataduras. Aun hay quienes bajan la cabeza en silencio, sintiendo vergüenza porque han sido maltratadas y se les culpa de ello.
En nuestra Venezuela habita una mujer que se levanta con el alba. En algunos lugares lo hace con el canto del gallo y en otros a canto electrónico de puro despertador, obligante y obligado. Ella se talla a diario en cada gesto, para en un solo tiempo desprenderse amiga solidaria, compañera afectuosa, mujer seductora, madre entregada, profesional trabajadora. Y no es precisamente, la mujer venezolana como sucede con las habitantes de este continente, a veces desesperado, una de las más reconocidas, tampoco es una de las más escuchadas. Aunque no es ni será, por falta de méritos.
Vuelta espejo se ve de pronto, vuelta espejo me vi de pronto preguntándome cómo es que se escribe la historia en femenino de este país con nombre de mujer y observé como es que se aparece y desaparece hechas pompas de jabón. Entendí que se elevan resplandeciendo, pero fugaces y frágiles al fin, se desvanecen casi de inmediato. Mientras, asombrosamente continúan allí las 24 horas del día, construyendo para sí y para quienes las rodean. Por eso la mirada madrugadora frente al espejo es casi un reto ¿Cómo es que se habla o no se habla de ellas? Sus miradas se pierden indagadoras en sus propias imágenes, en nuestra propia imagen buscando una respuesta. Y es que a la vuelta de la esquina nos encontramos un país que habla de muy pocas cosas. Todo pareciera tocar sólo la superficie, dejándonos desamparados. Dejándonos sin aldabas de donde sujetarnos.
¿Cómo es que se decide el protagonismo? Posición superflua mal encaminada por unos cuantos, quienes a veces en febril cotilleo respaldan la apuesta que signará los titulares. Independientemente de su interés o del mío. Independientemente de las referencias que queden cinceladas. En medio de estos cuatro puntos cardinales en que nos movemos fácilmente, se es el bueno de la historia, el malo, o simplemente la sombra que a veces descubrimos al fondo porque alguien no las cuenta. O esa misma sombra que para la mayoría se queda en un rincón, desapercibida.
Somos así, como quien olvida tan pronto que parece que las cosas jamás han sucedido. Buscamos la historia, detenidos quizá en la que se ha escrito como consecuencia de una orden superior y podemos ignorar la que se escribe a nuestro lado, en el día a día de la vida. Podemos sin resistencia alguna perdernos en una superficialidad que no nos deja nada. Una fábula sin sustancia que parece arrebatarnos las bases de un futuro, en el que a resguardo de unos cuantos, tendremos tan poco que contar. Simplemente porque no sabemos, no construimos, no recogemos.
Y es así como de tanto revisarme, de tanto revisarnos, sujeto el llamado que se cuela en mi vereda para concretar 12 historias en el blanco y negro necesario. Almanaque resumido en doce espacios que nos permiten 12 encuentros. Palabras retenidas. Palabras cargadas de secretos. De anécdotas repasadas en silencio, mientras transcurren las horas. No siempre se habla de lo que nos rodea, mucho menos de uno. Es por eso que esto ha sido como volverme un espejo, donde lentamente se ha reflejado cada una. En su ritmo. Con la nitidez que desea para ella misma. Con la imagen que quiere que cada quien tenga de ella. Con la imagen que quizá ella, misma no se había dado cuenta que tenía. Es que cada una es única, aun cuando son doce. Es que cada una, es esencia pura a su vez, de lo que somos. País ávido de historia para poder amarrarnos a algo y no permitir que nos lleve el viento, como una brizna que en pleno remolino, no tiene ni idea de a dónde va.
Una vez descubiertas en espacios disímiles nos recuerdan el valioso entramado de la vida. Se puede estar allí como un simple espectador o una tranquila espectadora y eso no será suficiente. El tiempo nunca es suficiente para quien tiene que decir, hacer, y a veces, hasta volverse ese ovillo que transita por las calles, tratando de encontrar el camino correcto para enrumbar sus sueños. Y ese reto no trata solo de mujeres, trata también de esa otra cara de la existencia, un hombre que a veces está sujeto a las amarras que le condicionan el camino.
Es por eso que este encuentro, tal como que si se tratara de un rompecabezas, con el que sutilmente nos acercamos a mirar nuestro país, nos delata la forma en que hemos construido esta patria. Las acciones con las que seguimos construyéndola. Se mire por donde se mire cada una de estas historias nos delatan los esfuerzos, la lucha persistente, el detalle, la constancia y una entrega apasionada a lo que hace. No es sólo el ser mujer lo que las une, como con expresión de horror pudieran preguntarnos quienes no ven en la mujer diferencia alguna, a pesar de no ocupar más del 5% en cargos públicos, a pesar de seguir empecinadas en demostrar en que consiste el maltrato, a pesar de ser tan pocas las de la relevancia en la empresa privada. Ellas, están allí como ejemplo de que cuando se quiere alcanzar un objetivo, hay que trabajar con empeño, independientemente de fracasos, negativas, imposiciones o desesperanzas. Ellas no pueden ser invisibles, tenemos que voltearnos a mirarlas y sentarnos a su vera. María Eugenia Arria en la pintura, Marietta Santana en la información, Irene Pérez Schael en la ciencia, Caridad Canelón en la actuación, Isolda Salvatierra en la política, María Gómez en el espectáculo, María Elena Giusti en el deporte, Carmen Sofia Leoni en la gerencia cultural, Sonia Sgambatti en el derecho, Corina Castro en la imagen, Gladys Parentelli en la religión y Raquel Castaño en la música. Todas viviendo a un tiempo, aunque generaciones distintas, a punto de trasmutarse en calidoscopio. Es así como podrán permitirnos ver, las diversas aristas e imágenes que nos señalen rumbos en mayor consonancia con todo lo que somos y lo que hacemos.
Aquí porque no son invisibles, porque coinciden todas en el trabajo constante, la claridad de objetivos, el creer firmemente en lo que hacen, la lucha por un país que debe entender más de lo que tiene para preservar sus patrimonios. Históricas, como tantas otras que trabajan 24 horas, y que tendrían que estar enarbolando sus principios, diciéndonos cara a cara lo que tenemos que hacer. Respetadas cuando pasa el tiempo, el cual cuando se entiende más como ventaja que como desventaja, juega a favor. Ellas las doce, quedan aquí impregnadas de tinta, indelebles en alguna parte, señalando caminos, sin pretensiones, sólo a la espera de que en algún lugar, un buen entendedor, hombre o mujer siga el camino.
Inés Muñoz Aguirre
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