2010/02/28

CARMEN SOFIA LEONI

TODA PAIS


Uno la ve pasearse entre una y otra exposición como que si de una talla se tratara. Una talla de finos rasgos que apuntan a lo indígena y que se mueve insuflada por el halo de algún dios, demostrándonos a todos las inquietudes que la preñaron, en el preciso momento en que adquiriera la vida.

Se ha deslizado con una discreción que en cualquier otra persona podría ser un elemento para pasar desapercibida, pero que en ella se ha convertido en una referencia que refrenda la seriedad, el compromiso y la autenticidad con que se ha movido en el difícil mundo de la gerencia cultural. Donde por el contrario se busca de forma constante la figuración, el protagonismo y la muestra del poder. Por más que se trate de hablar de ella, por ella misma, de un lugar que se ha ganado a pulso, no sería justo hacerlo sin recordar a su padre, el presidente Raúl Leoni. Y como para Carmen Sofía su trabajo se ha centrado en crear y propiciar, ese hombre que fue su padre permitió que durante su mandato se construyeran grandes obras para nuestro país.  Obras que aun permanecen como un llamado de atención sobre los tiempos que pasan sin dejar grandes huellas. Allí están la represa del Guri, el puente sobre el Orinoco, la avenida Libertador en Caracas y la Universidad Simón Bolívar. Su madre Doña Menca, como se le conocía en todos los rincones de Venezuela, es recordada como una mujer de férreo carácter, pero que a su vez se caracterizó por la sencillez  con la que estableció un lazo sutil entre el pueblo que gobernaban como pareja presidencial y la imagen de una familia que trasmitía donde estaban los verdaderos valores.

Carmen Sofía creció en un ir y venir en el que ahora se desliza buscando una explicación, a lo que con el tiempo la ha caracterizado como una de las más importantes gestoras culturales de nuestro país.

Europa estaba allí, ni a tan vuelta de la esquina pero era un gran regalo.

 “Estábamos en el colegio en Barbados, internas, yo cumplí 15 años, no hubo nada. Ni fiesta ni nada. Al año siguiente a los 16 ya yo me había venido para Venezuela y mi hermana Luisana cumplía 15. Nosotras somos muy seguiditas, con una diferencia de 11 meses nada más. Me imagino a mi pobre madre en el exilio con una niña que ni caminaba y otra en la cuna. El regalo de esos 15 años nos lo hizo mi tío Enrique Benedetti que era el hombre con posibilidades económicas en la familia y que no tenía hijos. De tal manera que sus sobrinos éramos tratados como que si fuéramos sus hijos, tanto por él como por la hermana de mi mamá. El nos dio un viaje para Europa, visitamos cualquier cantidad de lugares. El era un hombre muy cultivado, muy leído, que conocía mucho de historia, de artistas. Fuimos a lugares muy espectaculares. Yo recuerdo que en ese momento en que yo era una muchachita, no tenía ninguna inclinación hacia la cultura, porque aquí en Caracas, qué relación podía uno tener en esa época con lo cultural. Ese viaje lo disfruté enormemente, cada cosa nueva que yo veía me producía una felicidad total, ver aquellas iglesias, aquellas  imágenes. Yo me llenaba de asombro de lo que esos hombres podían haber construido hacía años, siglos atrás. Yo me llenaba de emoción por todo. En cambio a Luisana  todo  le fastidiaba muchísimo y decía ¿Otra vez , otra iglesia?

Yo siento que desde esa época tengo como esa inclinación que después se afianzó, porque yo fui a estudiar francés a París cuando salí del bachillerato. Ese primer año me mandaron a una escuela de señoritas, como decían antes. No en el sentido de aprender a poner la mesa, ni a distinguir los vinos, sino más bien en la parte cultural, historia del arte, literatura francesa y toda una serie de cosas que me acercaron más a esa especie de mundo que yo ya había como percibido, en ese viaje con el tío un par de años antes. Allí quedé como enganchada en esa cuestión.

Allí cometí un error del cual después me lamenté toda la vida.  Yo iba como por tres años porque  no daba para más el presupuesto. El primer año fue de aprender el idioma y después por  venirme con un papel en la mano me puse a estudiar una cosa que no tenía ninguna relación. Era una especie de secretariado ejecutivo de alto nivel, en vez de haberme metido en la Escuela del Louvre, hubiera sido mucho más feliz y  más productiva en mi vida. En paralelo aproveché para disfrutar mucho, pasear, investigar, visitar”.

El regreso a los orígenes mientras se descubre la sombra del dolor:
“ Cuando llegué a Venezuela fue todo como muy rápido. Me inscribí en la Universidad Católica a estudiar sociología, pero casi enseguida mi mamá se enfermó y yo me dediqué a estar con ella y a cuidarla. Luisana mi hermana estaba fuera, se vino también y fue ese proceso de mi mamá y mi papá y la enfermedad, donde nosotros éramos los compañeros, enfermeros y de todo, de ellos dos. Después yo me casé y vino un período donde por las inclinaciones de mi marido, tampoco me dediqué mucho a lo artístico. Tuvimos un tiempo en Caracas y después nos fuimos a vivir en la hacienda y estando allá, él falleció. Allí es donde yo digo que así son las cosas del destino.  Me vine a Caracas y comencé a trabajar en la Cancillería y como al mes y medio me proponen que si quiero salir en las “planchas” como concejal para el Concejo Municipal de Petare. El Concejo Municipal de Petare pertenecía al Distrito Sucre que estaba  formado por Petare, Chacao, Baruta y El Hatillo”.

El tránsito en la política abre las puertas del torrente de inquietudes: “Recuerdo que Ligia Gerbasi  que iba en el puesto dos, se había retirado, entonces querían a alguien con nombre porque además era un puesto salidor. Sobre todo en esa época en que los adecos tenían “vara alta”, ir en el segundo puesto era garantía de que ibas a quedar. Sin tener experiencia acepté, hicimos la campaña. Es así como llego a vice-presidente de ese Concejo Municipal por cinco años. Allí fue donde comenzó todo.

Cuando eres concejal te tienes que vincular a un área, en mi caso la que más tenía que ver con mis intereses era la Comisión de Educación y Cultura. Yo hasta ese momento no había gestionado nada más que mi casa, pero creo que en el caso de   las mujeres eso ayuda mucho, porque administrar el hogar es algo que se puede trasladar a cualquier parte, sobre todo cuando lo ha hecho con criterio. Uno va aplicando su lógica.

Tuve suerte porque formé un equipo de gente al que convoqué, sobre todo por no ser yo experta en el tema. Ese es un merito, haber tenido esa iniciativa, porque podía haber pasado por allí sin hacer muchas cosas. Ellos me decían como hacer con esa área cultural, que visualizar, que pasos dar. Se empezó ese trabajo que quedó en Petare en aquel momento, que fue muy importante como la resolución de una política cultural para ese municipio, la cual no estaba establecida y yo creo que hoy en día en la generalidad de los Concejos Municipales, no está establecido en ninguna parte”.

Un camino hacia unas comunidades participativas culturalmente: “Se hizo un trabajo bien amplio, con las mismas comunidades. Ellos participaron, definiendo sus problemáticas y según su criterio cuales eran los pasos que tenían que dar, consolidando un compromiso cultural importante. Se establecieron unas líneas de acción que se mantuvieron mientras estuve allí.  La primera de ellas tenía que ver con la democratización de la cultura, que pudiera llegar a todo el mundo, que no permaneciera en un grupo de elites o al contrario que fuera para todos los sectores populares, lo que se quería es que todo ciudadano que habitara en el municipio, tuviera derecho a acercarse a la cultura. El otro era el reforzamiento de las identidades locales dignos de ser reconocidos y promovidos. Pensar que no todo lo que viene de afuera es bueno, sino que la gente tiene en su entorno muchas cosas que son de valor que a veces no las comprende lo suficiente y en la medida que los promueves, eso le da a la gente sentido de pertenencia con su comunidad, con su entorno”.


Buscando el camino, se hace camino: “Se hizo un trabajo amplio en las comunidades, en la casa de la cultura que si bien era del Concejo Municipal y de la alcaldía, se logró ponerla en marcha a través de la Fundación José Ángel Lamas, que era un mecanismo mucho más fácil de administrar, porque siempre a través del Concejo Municipal o de las alcaldías la parte administrativa se convierte en algo engorroso y la cultura es como muy versátil y se mueve mucho. La Fundación llegó a tener mucho auge y llegó a tener programas muy buenos. Se logró el acercamiento con las casas de la cultura para llevar a ellos cursos, talleres, profesores”.

En las respuestas se testimonian los logros:  “En la comunidad era todo muy positivo. En el tiempo, quedan grupos que se quejan que a ellos no los ayudan lo suficiente, pero es que tampoco había muchos recursos que repartir, así que todo estaba centrado en cosas que pudieran llegar de forma directa, por eso lo importante era la respuesta de la gente en cuanto a la participación, en cuanto a la colaboración en las cosas que uno pedía. Yo recuerdo haber hecho actividades en barrios donde había malandros y era muy cómico porque cuando había un evento, eran ellos lo que cuidaban que todo, que la tarima estuviera bien, que nadie fastidiara el sonido. Ellos quizá molestaban en otras comunidades pero  la de ellos la defendían.

Tomando de todo lo que nos rodea: “Uno tiene un temperamento inquieto en cuanto a lo que nos rodea. Me informaba, compartía muchísimo. Para mi fue un aprendizaje buenísimo porque yo participaba mucho, en conversaciones, en preguntar en aportar mis propias ideas. Los asesores estaban allí, compartíamos y llegábamos a consensos. Yo era quien decidía lo que se hacía o no. Fue sin duda un aprendizaje, donde quedé comprometida, por ejemplo, con el área de patrimonio que es un área que a mí me fascina. Se hizo de alguna manera seguimiento siempre y me he llevado de donde quiera que he estado, inquietudes para ponerlas en práctica.  Toda esta historia se desarrolló desde el año 84 hasta el año 93.”

CUANDO SE QUIERE, SE PUEDE.

Cuando Carmen Sofía comienza a revisar el equipaje de su vida en la búsqueda de una explicación a porque esa inquietud frente a las artes, recuerda a la hermana mayor de su mamá. Una tía quien aun estando muy ligada a lo comercial y que se ha caracterizado por ser una gran emprendedora en la parte ganadera, se ha mostrado siempre como una persona de mucha sensibilidad cultural y muy amiga de intelectuales en su juventud.  La justificación a la “rara avis” familiar parece estar mucho más cerca de lo que todos pudieran esperar.  Sin embargo, la reflexión mañanera pudiera ser también el momento  para recordar que Raúl Leoni  junto a Mariano Picón Salas creó  el Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes.

Lo cierto es que la talla había comenzado a tomar forma. El rigor de las manos expertas dibujaban sutilezas indispensables en el oficio elegido. La dinámica confirmaba cada vez más el compromiso, segura que gran parte de la vida está en el arte y que su trascendencia se arma, muchas veces, con el aporte de unos cuantos. Transcurría el año 1984, cuando en una casona que data del siglo XVIII, ubicada en pleno casco histórico de Petare y que había servido a lo largo de los años como residencia, despacho del cabildo y escuela de artes y oficios se funda el Museo de Arte Popular de Petare. Carmen Sofia estaba iniciando allí, quizá sin saberlo, lo que hoy muchos califican como su gran obra.

De los días eternos de Puedpa en que los niños aprendieron a tocar cuatro y pasaban las horas al ritmo del arpa y las maracas, deleitandose en todas las modalidades de la música venezolana, viene un arraigo indiscutible por las costumbres y la defensa de una cultura popular.

Carmen Sofía entendiendo la cultura como un criterio amplio, busca a través de su labor la difusión de los valores culturales. Había que buscar los mecanismos para que ese ideal pudiera convertirse en una realidad. Con ese principio y en medio de la populosa zona de Petare también forma parte del grupo que activa  la Fundación José Angel Lamas.

Del trabajo en equipo se traza el camino: “En el propio pueblo de Petare se hizo el Museo que era una iniciativa de Ivonne Attas, quien había sido mi predecesora en el cargo y quien a instancias de ella había comprado una casa. Cuando llegamos allí encontramos un museo sin colección. Era como un centro de actividades culturales y en éstas definiciones llamamos a tres veteranos Rafael Romero, Perán Erminy y María Elena Ramos para que en ese caso en particular analizaran el camino a recorrer y a su vez  lo orientaran. Fue así como se decidió que se dedicara al arte popular y así fue como desde el 1986 se logró mucho movimiento y el auge del Museo”.
Buscándole espacio a los que comienzan:  “También en Petare estaba otra casa que fue iniciativa de Said Raydan quien era el presidente del Concejo Municipal, se montó una galería de arte que luego se la pasan a la Fundación y se decidió que fuera una galería de arte contemporáneo. Yo me enorgullezco mucho de ese proyecto, porque se le dio espacio a mucha gente joven que hacia arte experimental, que traía ideas nuevas que no cabían dentro de un Museo porque eran muy jóvenes. Allí sucedieron cosas que de verdad eran muy importantes. Se llamó Galería de Arte Contemporáneo Tito Salas. Lamentablemente hoy en día, ya ni el nombre tiene”.

Entre trazos se reconstruye la historia:  “En el Museo de Arte Colonial de Petare se hizo una exposición que se basó en el trabajo que hizo un señor de la comunidad que tiene una tienda que es una belleza, porque es de esas tiendas con sabor a pulpería que tiene alpargatas, cuerdas de guitarra o cualquier otra cosa que a uno se le pueda ocurrir. El estudió dibujo técnico y pinta. Hizo unas estampas del Petare que el recuerda desde que era chiquito. Es como una crónica visual del pueblo de Petare. A nosotros nos pareció muy importante que el museo se involucrara y entonces acompañando aquellos dibujos mostramos otros documentos como un afiche de Crono Radar que era la emisora de radio que había allí, trozos de identificaciones que han sido demolidas, baldosas, pedazos de piso, el niño Jesús de Petare.

Montamos en paralelo un trabajo de patrimonio con los niños en las escuelas y fue una experiencia de verdad bellísima, con resultados muy buenos. Esa es una cosa que debería formar parte de la formación del venezolano”.

En la búsqueda del hacer y el quehacer. “En la parte de difusión se trabajó mucho con el Teatro Cadafe, con quien se hizo un convenio. Se dieron muchas actividades, pero sobre todo teatro infantil. El Concejo Municipal fue pionero, porque se instauró un premio que era el Premio Municipal para las Artes, con el cual cada tres años se premiaba la misma área. Un año se premiaba la escritura, el otro la música y el teatro de adulto. Al teatro infantil que siempre había sido muy olvidado se le estableció un premio anual fijo, que tenía como característica que además de premiar al artista, se lograba el montaje de la obra y la publicación del texto.

La publicación se hacía cada tres años para recopilar tres textos, ya que de forma anual era muy costoso. Las obras que ganaron realmente se llevaron a escena. Por ahí hay mucha gente que hoy en día es reconocida que sus pinitos los hicieron allí, pero eso también se echó al olvido”.

De cómo se produce el intento de rescatar lo no rescatable: “La Fundación Lamas, cuando yo llegué ya existía y su nombre original es Fundación Concha Acústica José Angel Lamas, con un nombre obviamente muy localizado hacia lo musical, para ampliar su alcance se modificaron los estatutos, se le quitó la palabra Concha Acústica y se le dio un ámbito grande de acción que era el municipio.  La persona que estaba a cargo allí era Mary Cruz Fadul, quien después llegó a ser jefa del CONAC. Ese también era un espacio que había que administrarlo de alguna manera. En aquel entonces se realizó un concurso de ideas como un ejercicio para la maestría de arquitectura de la Universidad Simón Bolívar. Se expusieron las ideas, los sueños de los arquitectos para darle más y mejor vida a la Concha Acústica. De allí vino una propuesta de ampliación que le permitiera tener espacios permanentes, aparte del espacio ya construido. Después iniciaron un proceso en el cual a los proyectistas nunca los llamaron para la ejecución. Se crearon inconvenientes que con el tiempo habrá que subsanar. El inicio de ese proyecto lo financió el gobierno nacional a través de MINDUR, porque el municipio jamás llegó a poner nada”.

Una Fundación venida a menos: “La Fundación hacía muchos convenios con lo privado, pero no recibía aportes.  En esa época dependía del Concejo Municipal, le asignaban un dinero, pero por varios años, ese presupuesto lo entregaban todo al comienzo del año, de esta forma se podía multiplicar ese dinero, lo cual ayudaba a acrecentarlo un poco. Con el tiempo eso fue cambiando, después se lo daban trimestral y ya hoy en día se lo dan atrasado.  Por otra parte organizaciones privadas financiaban algunos proyectos o parte de los gastos. En esa época había mucha credibilidad en la Fundación, porque tenía mucha presencia. El primer convenio metropolitano lo firmó la Fundación Lamas con la Alcaldía de Caracas, Fundarte y varias instituciones juntas, siempre en la búsqueda de unir esfuerzos para que las cosas pudieran fluir mejor”.

Entre los grandes te veas:  “Uno desde un concejo municipal se metía en esos bemoles porque efectivamente la idea era que el público del municipio tuviera acceso a los grandes espectáculos. Es así como se hacen los contactos para que esa gente viniera y pensando en que ese tipo de espectáculo iban a dar recursos para beneficio de otros programas de la Fundación. La gente los vio, los disfrutó, creo que el concierto de Silvio Rodríguez fue una cosa espectacular que el que lo vio no lo olvida, porque fue en la Concha Acústica. Al final estaban montados en el escenario Evio de Marzo, Adrenalina Caribe, cantando con él. Joan Manuel Serrat y Arturo Sandoval estuvieron en Mata de Coco. De todas formas creo que no era tan complicado como hoy en día con esa parafernalia de los artistas. Hoy en día no me arriesgaría.  Todo se ha sofisticado de una manera impresionante”.

SI NO SE QUIEN SOY ¿COMO PUEDO SER?


Allí desde donde ha ejercido los cargos de gerencia cultural uno de los más valiosos aportes que ha realizado Carmen Sofía Leoni, ha sido la búsqueda por acercar las comunidades a su entorno y  a sus costumbres. Todo su planteamiento tiene que ver con una visión del patrimonio como la cuna en que nos mecemos como habitantes de este país o de cualquier otro. Colorida, su rostro delineado en el negro de su larga cabellera que la vuelve inconfundible, repite una y otra vez el perfil de la mujer venezolana. Ese que ha quedado registrado tantas veces en las grandes obras de nuestros más importantes pintores populares, los mismos que abrazados a múltiples y vivos colores, confirman que cada territorio tiene su historia. Un patrimonio que corre desbocado por las venas, muchas veces en medio del sonido de tambores, otras, como pretexto a las más importantes exposiciones académicas. Ese mismo patrimonio que le brilla en los ojos mientras habla en su defensa. Y aunque apacible, abordada por todos los argumentos policromos en las formas y objetos que la acompañan en su espacio, hay en cada una de sus palabras una urgencia ineludible.

Y es que todo lo que forma parte de nuestras vidas está totalmente interrelacionado no sólo con lo que somos, sino con lo que seremos. Es por esos valores que descubrimos también una  vida que se ha deslizado entre su hogar y el arte, entre al arte y el hogar. Espacios, los dos, donde han estado presentes sus hijos  Enrique y Lorena quienes ya un hombre y una mujer trazan el camino de quien ahora comparte sus inquietudes con el rol de abuela. La mirada, el gesto y la sonrisa se le pierden en ese niño que está allí, a la conquista de su tiempo libre. Sus raíces resurgen en él, fortalecida en las costumbres, los sueños y las exigencias.

En el patrimonio del país están nuestros orígenes: “Otra de las cosas que favorecimos mucho, fue la parte patrimonial que era la importancia de conocer el patrimonio construido pero también el intangible de las comunidades. Así se llega a generar la Oficina de Patrimonio Cultural, que tenía como tarea el estudio del Centro Histórico de Petare, para hacer propuestas de mejoramiento y preservación, y el otro un centro de historia regional. Ese centro sí continúa. Se montó un proyecto muy bonito que se llamaba “El barrio cuenta su historia”, con lo cual la gente misma trabajaba en conocer, el asentamiento del barrio, los valores, la gente, más importante que tiene. Entiendo que el proyecto continúa, lo importante es que además se llegó hasta la parte prehispánica con unos petroglifos que hay dentro de unas cuevas”.

Nos reflejamos en lo que permanece: “Yo creo que el patrimonio está allí y debe ser preservado porque eso le da a los individuos, llámese ciudadanos, un sentido de identificación con lo que es su vida, su entorno de trabajo. Una gente que tiene una ciudad donde todo es cambiante, donde día a día no queda nada, no siente ningún sentido de permanencia, ni de pertenencia y llega a no respetar nada. Eso es sumamente dañino. Yo por el contrario, que viví en Europa, o lo que uno ve a través de ese viaje maravilloso que son los canales de televisión, puedes entender además, como el patrimonio cultural es para sacarle dinero. Cualquier cosa que esté bien cuidada sirve para que te tomes un café, te lleves un recuerdito y eso es lo que te lleva a que permanezca. Además creo que el patrimonio no es solamente un edificio construido, es también un árbol.  Una razón que al estar allí sirve para que todo el mundo se dedique a cuidarlo.

Hay que llevar esto a las escuelas, para que los muchachos entiendan que es el patrimonio, puesto que el concepto es algo muy amplio que va desde  nuestro lenguaje hasta nuestros edificios. El señor chichero que está en la esquina de mi casa es además un patrimonio que lo tenemos que ver como dinámico y activo. Patrimonio no es una cosa que suene a viejo, a una casa que se está cayendo y que tengo que cuidar”.

Al ejercicio del compromiso familiar: En el 1993 me fui por dos años a Estados Unidos para que mis hijos aprendieran el inglés. Esta es una necesidad que nos quedó a nosotros de manera obligatoria en nuestra familia. Pienso que todo viene porque la gestación de mi mamá y su primer parto que fue el mío, se dio en Estados Unidos. A raíz del exilio de mi papá en el año 1949. Lo sé por cuentos de ella, de Margot Oropeza y de Isa Dobles que eran como el grupo más íntimo de mi mamá, quienes dicen que a ella le daba mucha rabia ir al médico, cuando vivía en Washington y no poder expresar lo que sentía, ni entender lo que el doctor le decía. De modo que allí toma la decisión de que sus hijos iban a hablar inglés y la primera en hacerlo fui yo, cuando fui a Barbados con 13 años. Después mi hermano Raúl fue a Trinidad que es donde estaba el colegio de varones, Lorena también fue a Barbados y Alvaro se fue con unos tíos que estaban de cónsules en California, porque era el más pequeño. De todo esto lo más cómico es que ni mi papá ni mi mamá hablaban inglés. Así que yo llegué al tema de hoy en día donde el que no habla inglés es como que le falta una mano, es necesario tener otro idioma y si pudiéramos tener más de uno mejor, yo de hecho hablo francés que también me ha sido muy útil en la vida”.

Como que si no pasara el tiempo. “De regreso me llamaron de la Fundación Lamas, la que fue mi directora ejecutiva había pasado en mi ausencia a ser la presidenta. Ella solicita mi auxilio y como sin duda para mi de todos los proyectos que manejamos en Petare el más querido es el Museo de Arte Popular de Petare, me pareció que no lo podía dejar solo.  Mi relación con el arte popular fue como un flechazo, amor a primera vista, entonces, allí permanecí cuatro años, cuando había ido por sólo tres meses”.

Un eslabón tras otro hacen una cadena.  “En el Museo de Petare montamos una exposición que se llamó “La máscara en la tradición popular venezolana”, visto como esas manifestaciones que se dan como teatro de calle, la danza, etc. Llevamos esa colección que se complementó con otras cosas como el vestuario, que te llevaba a la música y que a su vez te llevaba a talleres y eso, lo puedes combinar con obras de artistas plásticos que hayan trabajado esos temas. Creo que se puede hacer mucho, que pueden entrar en espacios culturales que tengan las alcaldías, en salas, etc. Igual hicimos con las diversiones orientales, la cual fue espectacular. Se llenó de muchachos, de gente. Yo creo que se puede presentar lo popular de una manera académica.

DE CARA A LA COMUNIDAD
Un buen día estaba allí un nuevo reto. Cuando Carmen Sofía llegó a Baruta se planteó convertirla en el municipio cultural de caracas. En la búsqueda de integrar al sector privado implementó sus malabarismos creativos, con el fin de entusiasmarlos a participar, debido al escaso presupuesto con que contaba. Fueron muchos los que recibieron la noticia con alegría, allí estaba de nuevo la misma que en otros tiempos había traído el esplendor a quizá el más bello espacio cultural con que cuenta el este de la ciudad. Y como siempre ha sucedido, llegó con una propuesta que implicaba recuperar los espacios para los ciudadanos, lo cual la pone allí donde muchos habitantes del lugar querían, de nuevo frente a la Concha Acústica de Colinas de Bello Monte, la cual en algún momento y quien sabe desde que puesto le debería tocar  reinagurar algún día, aunque sea por simple respuesta a su insistencia.
Sin embargo, la gerencia cultural ligada a lo público tiene sus bemoles, sobre todo en un país en el que queremos resultados inmediatos sin  darnos el tiempo a asentar las ideas, a abrir los caminos adecuados. Ella, discreta como siempre, no dice nada, pero un buen día ya no estaba allí donde muchos esperaron que estaría un largo tiempo. Se deshizo en los caminos de un municipio que de cualquier manera era destinado a tenerla cerca y vía la Fundación Biggot aparece de nuevo cargada de  ideas, apoderándose de espacios que convierte en oportunidad para unos cuantos.  De la gerencia pública, cuando se sabe lo que se hace, se abre siempre una oportunidad hacia la gerencia privada. Carmen Sofía está allí trabajando de forma directa, en proyectos que van estrechamente relacionados con lo que ha venido predicando desde hace tantos años.
Exposición tras exposición, a abierto el espacio, no sólo para gritar a raudales el amor que alguna vez sintió a primera vista como ella dice, con lo popular, sino que ha permitido que todos aquellos talentos que pululan en nuestras calles, aunque a veces parezca lo contrario, consigan puertas abiertas para mostrar sus obras. De jóvenes prospectos como sucedió con Diego Barboza cuando expuso por primera vez en la Galería de Petare, se pasa cuando se tiene el talento, a ser el gran artista, satisfacción que queda de haber ayudado a ello.
De nuevo cara a cara. “En Baruta, siempre con la misma intención de aclarar los caminos, recién llegamos allí hicimos un encuentro con la gente de las comunidades para ver sus problemáticas y necesidades. Es muy curioso que a donde quiera que uno va, la gente siempre tiene como las mismas quejas. En este caso más restringida en cuanto al ámbito de trabajo, porque es un municipio mucho más pequeño, lo que tiene es una casa de la cultura y la Concha Acústica, que son como sus únicos espacios culturales. Sin embargo tiene un patrimonio, nos enfocamos bastante en hacer un inventario del patrimonio del municipio, de trabajar sobre el tema del casco de Baruta, que si bien no es tan importante como el de Petare, tiene un sabor y unas características, que pudiera ser eventualmente una zona de interés turístico. De hecho está planteado que el Concejo Municipal se mude al pueblo de Baruta. Tiene una iglesia muy bella con una imagen muy antigua y muy hermosa como es Nuestra Señora del Rosario. En torno a eso son muchas las cosas que se pueden generar. Baruta a diferencia de Sucre tiene un patrimonio construido de los años 50 que es sumamente valioso y que si la gente se sensibilizara en cuanto a lo que eso representa, pudiera ser objeto turístico también, sobre todo la zona de Colinas de Bello Monte.

En ese sentido trabajamos bastante, en torno al tema ciudad. A la gente le preocupaba mucho que la autopista Prados del Este tenía una gran pared, donde la gente venía y pintaba cualquier cantidad de cosas, entonces el alcalde estaba empeñado en que lo pintáramos de algún color, yo decía que de esa forma lo que hacíamos era atraer a quienes rayan las paredes. Y como por ahí andaba William Niño Araque que tiene su visión de ciudad, se montó ese concurso que permitió que la gente pueda disfrutar hoy de ese gran mural que afortunadamente quedó muy bello”.

Integrarte abrió un camino hacia el jardín luminico. “En eso de la ciudad más contemporánea y en el empeño de la promoción de las artes plásticas, en el caso de Las Mercedes, que tiene centralizadas un montón de galerías de arte, se propuso un proyecto que se llamó Integrarte. Se trataba de acercar a todas las galerías en un momento del año para realizar un trabajo en conjunto que sirviera de promoción y de espacio para los artistas que vivían o trabajaban en el municipio Baruta.  En este caso la experiencia que tuve fue de disposición total, claro siempre hay uno que otro que se queda rezagado porque la gente tiende a pensar que lo público, es ineficiente, que no resulta  o que no cumplen. Con los resultados que se lograron, esa gente estaba 100% ganada a continuar una relación con la alcaldía bajo los términos que se había planteado porque de verdad fue muy exitoso. Fueron exposiciones simultaneas todas y complementadas con actividades en cada una de las galerías, performance, lectura de poesía, conciertos. Había un movimiento en Las Mercedes cuya idea era que se fueran incorporando las tiendas, restaurantes, etc”.

Entre lo privado y lo público. “Las alcaldías tienen que ser como unas grandes promotoras de actividades en sus espacios, para eso tendrían que sentarse un poco a pensar qué es lo que quieren que suceda en sus municipios y establecer los mecanismos, que pueden ser muchos. Un caso específico es lo que sucede en el Trasnocho Cultural, que es un esfuerzo privado importantísimo en cuanto al monto de la inversión que se realizó. Hoy en día es un espacio que se ha consolidado, que tiene muchas alternativas juntas en un solo lugar, que le dan seguridad a la gente. Un espacio que no tiene desperdicio. Todos los que están en cultura saben lo que significa hacer cultura, eso es mucho dinero. Tiene que ser visto como una inversión que le da a la gente oportunidad de crecimiento, que le da felicidad. La Alcaldía debe  vincularse a un proyecto de este tipo al permitir o facilitar la realización de los espectáculos o algún mecanismo administrativo  que promueva y propicie, para que sucedan cosas, festivales, conciertos, etc. Yo sí creo que las alcaldías tienen un compromiso en este sentido”.

Venezuela una siembra para todos. “La Fundación Bigott es un vínculo que se da a través del arte popular. Estuve primero en el directorio de la fundación por mi vinculación con ese arte y ahora estoy cercana a ellos, además, en la formación de los docentes en el área de las manifestaciones populares tradicionales en un proyecto que tienen ellos muy bello que se llama “Venezuela es nuestra siembra”, que consiste en llevarles a los docentes las herramientas para que ellos pongan en práctica con los alumnos manifestaciones de la cultura popular como los diablos, las tradiciones orientales, danzas trujillanas, toda esa serie de cosas”.

El montaje de exposiciones, una muestra que está allí. “Cuando yo era concejal, que comenzó la relación con el museo de Arte Popular, el cual dirigía María Teresa López, yo siempre estaba pasando cuando se montaba una exposición.  Veía como iba el montaje. Es algo que siempre me ha interesado. A través de eso uno se fue vinculando y aprendiendo cada vez más en relación al tema. En el montaje de una exposición hay imponderables en el sentido de los atrasos. A veces, no hay precisión de fecha, sobre el tipo de obra o sobre lo que acordamos. Ese sí es un tema un poco difícil con los artistas populares. Entonces, hay que resolver sobre la marcha, pero generalmente cuando todos los recursos están a la mano, no debe haber problema. A mí siempre me ha tocado trabajar sin plata y así siempre hay algo que resolver a última hora”.

Dándole cuerpo al espacio. “Últimamente, debido a la vinculación con Bigott, colaboré con María Teresa López en la primera exposición que se hizo en la Sala Trasnocho. Ella había escogido a Manasés, que es un artista fallecido y no tan conocido. A raíz de ahí se crea una relación bastante directa y muy buena con la gente de la sala TAC. Al seguir con otra exposición hay un trabajo sobre otros lenguajes del arte popular, que no es lo que la gente está acostumbrada. A mí en lo particular me pareció muy interesante dar una lectura más allá al trabajo de unos artistas que tienen unos lenguajes muy propios y que son poco conocidos por el gran público.  Así fue que decidimos la línea de la exposición que además estaba vinculada a la agenda de Fundación Bigott. Una vez que se superó eso nos planteamos el tema de la talla. Uno analiza, y llegas a la conclusión que pueden ser temáticas distintas, técnicas diferentes y que puedes  trabajar con varios artistas, lo cual permite que se conozca más gente en una sola vez”.

No es de la noche a la mañana. “La gerencia cultural es algo que se va especializando cada vez más y a la cual hay que dedicarle estudio. No es que cualquiera que llegó puede montar un espectáculo o una actividad, porque se arriesga a que no le salga bien.  El conocimiento que se vaya  obteniendo del tema es muy importante y uno lo ve en cada institución a la que se acerca. La cosa va tomando siempre como perfiles más profesionales. Pienso que no se ha valorado lo suficiente todo el aporte que puede darle ese campo al proceso de generación de actividades. Si vemos lo que genera ésta actividad en cuanto a la producción económica, es algo que se las trae porque tienes todas las áreas, cine, música, danza, plástica…y cada cosa que haces genera gastos colaterales que tendrías que sumarlos en el producto económico de una actividad cultural. Aquí no ha habido la suficiente conciencia sobre lo que eso representa desde el punto de vista económico para el país”.

Los imponderables pueden dar sus volteretas. “A través del tiempo uno va encontrando que es lo que le gusta más. A mi me parece que el tema de producir espectáculos es un sufrimiento muy grande. Tu ves a la gente montada en el escenario y todavía estás pensando que algo puede suceder. Cuando termina todo, es cuando te desinflas y sabes que todo quedó bien. Eso, yo confieso que no me gusta. Son muchos imponderables. Así que yo me he sentido más cómoda haciendo mis cosas, que no es que no tengan sus bemoles, porque sí los tienen, pero de una manera un poquito más controlados que en los grandes espectáculos.


ATRAPADA EN LAS REDES DEL COMPROMISO

Carmen Sofía con esa sencillez y espontaneidad que siempre la ha caracterizado, piensa  antes de dar cualquier respuesta, por más insignificante que sea la pregunta. Está allí, sin la menor duda de cuanto la apasiona un tema que es al que ha querido dedicarse en el desarrollo de su vida profesional. Hoy convencida de lo que muchos le han dicho, piensa que tiene que emprender algo más propio, en la búsqueda de una consolidación ya que obviamente, podría estar más cómoda, como dice ella, si se dedicara a algo más productivo. Lo seguro la llama, porque es un llamado que llega con el tiempo. Su gran pregunta es por qué ese llamado no puede seguir ligado a la cultura. Un área que como gerencia en un país, tiene en sus diversas manifestaciones señales más que suficientes para abrir nuevos caminos.

            En la búsqueda del trabajo con los artistas está convencida que no hay nada más importante que cada quien pueda desarrollar sus capacidades. El siguiente logro es la posibilidad de mostrarle al público lo que se hace. Entre las responsabilidades que ha adquirido en esa búsqueda ha estado la de directora de la Fundación de Etnomusicología y Folclore. Una responsabilidad tras otra y entre recuerdos o análisis no deja escapar el tiempo, para de alguna forma reírse de sí misma, mientras dibuja en cada gesto su lazo irremediable con el arte.

Ya son muchos los que ya sea a través de una palabra o de un recuerdo, la señalan como la inspiración irremediable, cuando en algún momento de sus vidas les tendió la mano. Su talla está allí con el valor que tiene lo verdadero y sólo lo verdadero sobrevive al tiempo.

En el espejo de sus rostros e inquietudes: “Con un artista popular es muy fácil la relación, son seres sencillos, bellos, espontáneos, sin malicias ni pretensiones en su gran mayoría. Uno llega a ellos con la sencillez que uno tiene y es recibido de la misma manera. Yo no veo al artista como distinto, ellos son iguales a los demás. Quizá lo que tienen es esa vena artística. Yo los siento más bien como gente que está muy deseosa de recibir, de ofrecerte porque son muy generosos y muchas veces uno llega y ellos jamás te reciben con las manos vacías, algo quieren que te lleves, aunque sea una mata del jardín de la casa. Son muy agradecidos. Mi relación con ellos siempre es de mucho afecto”.

Si pudiera conservar el espíritu: “Hay como dos mundos diferentes, uno es el de los artistas haciendo su trabajo. De alguna manera ellos están allí porque les nace, les provoca, porque les gusta. En una encuesta que hice, la mayoría quisiera tener un poco de aliento en lo económico para poderse dedicar de manera más exclusiva al trabajo de la talla, que es lo que trabajé más recientemente, y muchos dicen, si yo no tuviera necesidad económica yo no vendería muchas de las cosas que he hecho. La mayoría tiene que hacer otra cosa, complementar con la agricultura o con alguna actividad para poder subsistir. Siento que alguno que otro es más valorado por su comunidad, por lo que hacen pero en general me encontré que están como en solitario. No es que las instituciones culturales locales se ocupen de su obra, de promoverlo o de tener una sala. Eso no existe realmente. En los docentes, uno ve interés en aprender sus manifestaciones, en llevar a sus comunidades una buena intención por parte de ellos aunque a veces no en el nivel que uno quisiera”.

Lo experimental, eternamente sin espacio. “Ese es un tema complicado porque lo experimental siempre es un tema que se necesita que encuentre espacios propios, porque hasta ahora a los museos iban así como consagrados. Hoy día con los cambios que uno ha visto no sé si lo experimental tenga cabida. Por eso mencionaba la importancia de lo que fue la Sala Tito Salas en Petare donde se hizo un montón de cosas que eran completamente experimentales, con gente que luego ha tomado vuelo, por ejemplo, hace poco llamé a Santiago Pol, ese diseñador tan famoso que hemos tenido, para que nos acompañara como jurado en un evento, lo cual no pudo hacer porque salía para Venecia representado a Venezuela y me dijo “no sabes lo que yo te recuerdo, porque todo esto que estoy haciendo tuvo sus orígenes en Petare. Recordamos que en una exposición que montamos con él, mostramos como se hace un afiche y era espectacular porque el afiche era un hombre que se convertía en lápiz. Para su presentación en París envió ese afiche y le dieron un museo donde era la primera vez que se presentaba un latinoamericano. El hecho de presentar cosas diferentes van a terminar después en cosas muy buenas. Esa es una labor que no se da, si no hay un apoyo institucional público. Las galerías comerciales tienen que hacer un esfuerzo por mantenerse. Aquí hay gente que le hecha mucho a las galerías comerciales, pero hay que prender la luz todos los días, pagar el local, hacer el catalogo, todas cosas que cuestan dinero. Entonces, esa no es la gente que le va a dar oportunidad a lo experimental”.

Un apoyo con conciencia de proyección. “Siempre se ha dicho que hay un grupito formado por los amigos, puede que sea cierto. Lamentablemente eso es así en el mundo,  porque yo lo  viví igualito que aquí los dos años que viví en Estados Unidos.  No es totalmente cierto eso de la oportunidad para todos por igual. En el fondo es algo como del ser humano. Uno tiene tendencia hacia la gente que más conoce porque te da más confianza, porque sabe de que se trata.

Pero hay algo muy importante que uno debe tener presente, yo detesto el rock por ejemplo, no me gusta, es una cosa que físicamente me hace daño. Una guitarra eléctrica me produce como un temblor, es algo que orgánicamente lo rechazo, sin embargo, se le puede preguntar a Felix Allueva, que es el papá del Rock en Venezuela, si yo rechacé el rock porque no me gustaba. No, esa es una expresión de los muchachos que hay que darles apoyo, se dio el Festival de Las Nuevas Bandas en el Teatro Cadafe.  Ese es el papel del gestor cultural, darle apoyo a todos.

Los valores se reflejan en resultados. “ La primera acción que yo haría es la inclusión de todo el mundo. Estamos viviendo en la parte cultural una exclusión tremenda, donde puede ser que de parte de un sector haya autoexclusión, pero es que eso se ha dado porque seguramente han tenido razones para sentirse excluidos. El momento político ha incidido demasiado en lo cultural. Hay un grupo que se está apoyando mucho en las galerías privadas porque no encuentra su camino a través de los espacios que habían sido suyos tradicionalmente.

Siento que se ha creado una confusión en la gente, en eso de hablar en principio que la cultura somos todos, pero debe haber una cultura de diferenciación entre quien hace cosas buenas y quien no. Se hace creer a cualquiera que haga cualquier cosa que es una maravilla y eso puede ocasionar un gran daño en la calidad de lo que se hace. Tiene que haber una valoración, una trayectoria, un proyecto que cuando lo pongas en marcha se perciba como bueno. Hay los que se quedan en el camino porque no tienen la calidad y los valores estéticos para seguir adelante.

Una verdadera acción es que haya oportunidad y recursos para todos por igual, que si mi proyecto es bueno, no importa que sea rojo, verde, azul o amarillo, lo importante es que yo tenga igualdad  y opciones de participación.”

De frente al espejo. “ Yo creo que más que aportar, yo he aprendido en el proceso. Alguna que otra cosa ha quedado pero al final nadie les hace caso, porque acá no hay la tendencia a estudiar lo que otros hacen, yo si estoy segura y muy clara que aquellos años, de 1985 a 19 90 en el Municipio Sucre son cosas que se perdieron, que nadie les hizo caso. Mi segunda experiencia en Baruta, no tuvo la fuerza que tuvo aquella primera vez, por distintas razones, porque la parte del apoyo también es algo muy importante y en éste caso habían muchas limitaciones. Me siento muy orgullosa de haberle aportado a la cultura venezolana un Museo como el de Petare, porque modestia aparte eso fue algo en lo que me empeñé y en lo que me sigo empeñando. Creo que llenó en su momento un vacío importante aunque él está un poco venido a menos por la alcaldía. El CONAC es quien ha permitido que él persista en el tiempo y me encantaría verlo en una situación más brillante. Ahora el Museo también está aporreado por el deterioro que tiene el pueblo de Petare.  Cuando uno llega arriba descubre un pueblo diferente, pero el entorno afecta cualquiera de las cosas. A mi me da lástima que no se entienda que se trata de inversión, por ejemplo, si la casa de Tito Salas se hubiera arreglado cuánta gente estaría allí, teniendo actividades, culturales y de trabajo comunitario”.

Ese país que llevo conmigo. “Venezuela es tristemente un país de memoria muy corta, yo creo que somos muy berejeteros. Somos tristemente superficiales, no somos gente de profundidad, de arraigo, todo es muy por encimita y cosas que en otros países se pueden tomar como referencia, aquí, nosotros ni nos enteramos. Aquí hay experiencias de comunidades que cuando uno las conoce dice, pero cómo es posible que esto no se multiplique en otras partes de Venezuela. Somos como pequeñas islas, cada uno trabajando por su lado y no tenemos esa necesidad de informarnos y más cuando estamos sumidos en un problema de tipo político que no nos deja ni pensar”.



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